Buscar este blog

lunes, 28 de diciembre de 2009

RECUERDA EL PATO

Había un niño visitando sus abuelos en su granja. Él tenía una honda con la que jugaba todo el día practicando en el bosque pero nunca daba en el blanco. Así que cuando volvió a la casa y divisó al pato mascota de la abuela, usó su catapulta y le pegó en la cabeza matando lo al instante.


Se espantó y todavía en pánico corrió y llevó el cadáver del pato para esconderlo en el bosque. Cuando regresó su hermana, Lucrecia, le estaba esperando con una mueca en el rostro. ¡He visto todo!, le dijo su hermana, Los abuelos van a estar muy enojados contigo.

Por favor, clamó el niño, no me delates. Su hermana le miró y dijo, Ya veremos de esto.

Después de comer, la abuela dijo, Lucrecia, acompáñame a lavar los platos. Pero Lucy dijo, Abuela, Pedro me dijo que hoy quería ayudarte en la cocina ¿No es cierto, Pedro? Al mirarle guiñó el ojo con un gesto que decía, Acuérdate del pato. Así que sin decir nada, Pedro lavó los platos.

En otra ocasión, el abuelo preguntó a los niños si querían ir de pesca. La abuela quería tener la comida lista cuando volviera el abuelo y el niño dijo, Muy bien, pero Lucrecia debe ayudarme a preparar la comida. Pero Lucy, con una sonrisa, dijo, Yo, sí, puedo ir porque Pedro me dijo que a él le gustaría ayudar. Al pasar por el lado de su hermano le susurró al oído, ¿Recuerdas lo del pato? De manera que Lucrecia fue a pescar y Pedro se quedó.

Transcurrieron varios días en que Pedro estaba haciendo sus propias tareas y las de Lucrecia cuando por fin Pedro llegó a su colmo. Fue donde la abuela y confesó que había matado al pato. Ella se arrodilló, le dio un gran abrazo y le dijo, Amor, yo ya lo sabía. Te vi cuando lo hiciste y te he perdonado porque te amo mucho más que mi pato. Lo que quería saber era hasta cuando permitirías que Lucrecia te tuviera como esclavo.

De la misma manera, la Biblia nos dice que el pecado no confesado es como una tortura y nos mantiene en la esclavitud (Salmos 38:18). No hay mas paz que la paz que Dios da cuando estamos a cuentas con Él y hemos confesado y arrepentido de todo el mal que hayamos hecho. Por eso la Escritura nos dice, ¡Cuan bienaventurado es aquel cuya trasgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto!

LO ÚNICO QUE TE CUESTA CONFESAR TUS PECADOS ES TU ORGULLO.

Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. (I Juan 1:9)

Así que, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres… (Juan 8:31-36)



Fuente:

Entrecristianos.com


Hno. Prince Parker

0 comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por compartir tu opinio, ya que es muy importante para nosotros. Este comentario sera revisado y está esperando ser aprobado por un administrador.