Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. (Luc. 12:31)
-Ahora, hijo mío, tratemos una vez más. Abre tu mano y estira tus dedos como me ves, y entonces sácala.
Para su asombro, el chiquitín respondió:
-Oh no, papi. No podría estirar mis dedos así, porque si lo hiciera dejaría caer mi centavo.
Muchos de nosotros somos como el niño de la historia, nos aferramos al míero centavo que tenemos y no vemos más allá de la gracia de Dios que desea bendecirnos en forma sobre abundante.
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