
Cada vez que ella tomaba una galletita, el hombre también tomaba una. Aquello la indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar. Cuando quedaba apenas una galletita, pensó: "¿qué hará ahora este abusador?". Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una mitad para ella. Ah! No! Aquello le pareció demasiado!. ¡Se puso a bufar de la rabia!. Cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque. Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletitas. . .intacto, cerradito. ¡Sintió tanta vergüenza!. Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso!. El hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado. Y ya no había más tiempo ni posibilidades para explicar o pedir disculpas. Pero sí para razonar: ¿cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor? ¿Cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?

(Mat. 7:1-2)
No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.
(Juan 7:24)
No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará;... porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
(Luc. 6:37-38)
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