Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. COL. 3:15 .
Un niño estaba parado, descalzo, frente a una tienda de
zapatos temblando de frío. Una señora se acercó y le dijo:
- Mi pequeño amigo ¿qué estás mirando con tanto interés en
esa ventana? -Él respondió:
- Le estoy pidiendo a Dios que me dé un par de zapatos.
La señora lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda
y pidió a un empleado media docena de pares de medias para el niño y un par de
zapatos. Preguntó si podría prestarle una tina con agua y una toalla y llevó al
niño a la parte trasera de la tienda. Con cariño empezó a lavar los pies del
niño y se los secó, luego le colocó las medias y los zapatos. Ella acarició al
niño en la cabeza y le dijo:
- ¡No hay duda pequeño amigo que te sientes más cómodo
ahora!
Mientras ella daba la vuelta para marcharse, el niño muy
feliz, la alcanzó y la tomó de la mano, mirándola con lágrimas en los ojos le
preguntó:
- ¿Es usted la esposa de Dios? -La Señora le respondió:
- No, solamente soy una mujer agradecida con lo que él me ha
dado.
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