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sábado, 26 de junio de 2010

EL REY Y EL ALCON

Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. (Efe. 4:26-27)
Gengis Kan fue un gran rey y un guerrero. Condujo a su ejército hasta China y Persia y conquistó muchas tierras. En todos los paí­ses, la gente hablaba de sus grandes hazañas y decí­an que, desde Alejandro Magno, no habí­a habido otro rey como él.

Una mañana en la que se encontraba en su casa después de volver de la batalla, cabalgó hasta el bosque para cazar. Lo acompañaban muchos de sus amigos. Cabalgaron alegremente con sus arcos y flechas. Lo seguí­an los sirvientes con los perros.

Formaban una partida de caza tan alegre que el bosque se llenó de sus gritos y sus risas. Y esperaban regresar a casa con gran cantidad de presas al anochecer.

Posado en su muñeca, el rey transportaba a su halcón favorito, ya que en esos tiempos los halcones eran entrenados para cazar. Cuando su amo se lo ordenaba, alzaban el vuelo y oteaban a su alrededor en busca de una presa. Si tení­an la suerte de ver un ciervo o un conejo, se precipitaban sobre ellos, veloces como una flecha.

Gengis Kan y sus cazadores cabalgaron por el bosque todo el dí­a, pero no encontraron tantas presas como habí­an esperado.

Al caer la tarde, se dirigieron a su casa. El rey habí­a cabalgado a menudo por el bosque y conocí­a sus senderos. Así­ que mientras los demás cazadores volví­an a casa por el camino más corto, él se internó por una senda que atravesaba un valle entre dos montañas.

Habí­a sido un dí­a caluroso y el rey estaba sediento. Su halcón amaestrado habí­a abandonado su muñeca y alzado el vuelo. El ave sabí­a con certeza que encontrarí­a el camino de regreso.

El rey cabalgó pausadamente. Recordaba haber visto un riachuelo cerca de ese camino. ¡Si pudiera encontrarlo! Pero el calor de verano habí­a secado todos los arroyos de las montañas.

Por fin, para su contento, vio un hilillo de agua que se deslizaba por la hendidura de una roca y dedujo que un poco más arriba habrí­a un manantial. En la estación húmeda siempre brotaba de aquella fuente un potente chorro de agua, pero ahora el fresco lí­quido sólo caí­a gota a gota.

El rey echó pie a tierra, cogió un pequeño vaso de plata que llevaba en su zurrón de cazador y lo acercó a la roca para recoger las gotas de agua.

Tardó mucho tiempo en llenar el vaso. Tení­a tanta sed que apenas podí­a esperar. Cuando el vaso estuvo casi lleno, se lo llevó a los labios y se dispuso a beber.

De repente, un zumbido cruzó el aire y el vaso cayó de sus manos. El agua se derramó por el suelo.

El rey levantó la vista para ver quién habí­a provocado el accidente y descubrió que habí­a sido su halcón.

El pájaro pasó volando unas cuantas veces y finalmente se quedó posado en las rocas cerca del manantial.

El rey recogió el vaso y volvió a llenarlo. Esta vez no esperó tanto. Cuando el vaso estaba a la mitad, se lo llevó a los labios. Pero antes de que pudiera beber, el halcón se lanzó hacia él e hizo caer de nuevo el recipiente.

El rey se puso furioso. Volvió a repetir la operación, pero, por tercera vez, el halcón le impidió beber. Ahora el rey estaba verdaderamente enfadado.

¿Cómo te atreves a comportarte así­? _gritó_. Si te tuviera en mis manos, te retorcerí­a el pescuezo.

Y volvió a llenar el vaso. Pero antes de beber desenvainó su espada. Ahora, señor Halcón _dijo_, no volverás a jugármela.

Apenas habí­a pronunciado estas palabras, cuando el halcón se dejó caer en picada y derramó el agua otra vez.

Pero el rey lo estaba esperando. Con un rápido mandoble, alcanzó al halcón. El pobre animal cayó mortalmente herido a los pies de su amo.

Esto es lo que has conseguido con tus bromas _dijo_ Gengis Kan. Al buscar el vaso, vio que éste habí­a rodado entre dos rocas, donde no podrí­a recogerlo. Tendré que beber directamente de la fuente _murmuró. Entonces se encaramó al lugar de donde procedí­a el agua. No era fácil y cuando más subí­a, más sediento estaba. Por fin alcanzó el lugar. Encontró, en efecto, un charco de agua. Pero allí­, justo en medio, yací­a muerta una enorme serpiente de las más venenosas.

El rey se paró en seco y olvidó la sed. Sólo podí­a pensar en el pobre halcón muerto tendido en el suelo. El halcón me ha salvado la vida _exclamó_. ¿Y cómo se lo he pagado? Era mi mejor amigo y le he dado muerte. Descendió del talud, cogió al pájaro con suavidad y lo metió en su zurrón de cazador. Entonces montó su corcel y cabalgó velozmente hacia su casa. Y se dijo a sí­ mismo:

Hoy he aprendido una triste lección nunca hagas nada cuando estés furioso.



FUENTE
Parameditar.com

viernes, 25 de junio de 2010

EL VALOR DEL DINERO.

Estaba el hombre parado frente a un auditorio repleto de personas y sacando de su bolsillo un billete de 100 dólares preguntó a la audiencia:

- Con todo sinceridad, levanten las manos las personas que desean este billete. Casi todos en el auditorio levantaron las manos. El hombre entonces abolló el billete y lo hizo una bolita luego lo extendió y el billete estaba arrugado feamente y luego volvió a preguntar a la audiencia:

- Con toda sinceridad, levantes las manos los que aun desean este billete. Nuevamente casi todos en el auditorio levantaron las manos. Entonces el orador tiró el billete al suelo y lo pisoteó cuantas veces quiso, luego levantó el billete todo arrugado y pisoteado con mucha suciedad y volvió a preguntar al auditorio:

- Con toda sinceridad, ¿cuántas personas aun desean este billete? El auditorio en pleno casi levantaron las manos.

Sabes, no importa lo arrugado o sucio que pudiera estar ese billete pero la gente del auditorio lo querí­a tener porque aun no habí­a perdido su valor.

Así­ somos nosotros, no importa las cosas complicadas que hemos tenido que pasar, sea lo que usted haya sido, un asesino, una prostituta, un drogadicto, un pedófilo, etc, tenemos un valor muy importante y eso no se compara con nada del mundo, recordemos que para Dios tenemos un gran valor porque nos ama de tal manera que entregó a su único Hijo Jesucristo para morir por ti, así­ que cuando pienses que no vales nada por lo deteriorado que estés recuerda que tienes un valor y que Dios te ama.

¡¡¡¡Tú eres único y eso es muy valioso!!!

FUENTE
Parameditar.com

martes, 15 de junio de 2010

DE QUIEN ES ESTA CASA?????

Llegó corriendo, y entre asombrado y atemorizado me advirtió:

-Hay un "bischo" (bicho) en la puerta. Era evidente que aquel niño, con sus escasos cuatro años de edad, no habí­a visto antes un caracol, y acaso lo suponí­a peligrosamente amenazador. Lo tranquilicé explicándole que no era un "bicho" malo, y que sólo se habí­a deslizado hasta aquel lugar para dormir.

- No está durmiendo --replicó el niño. Y después de una sugestiva pausa continuó:

-¿Y dónde está la cama? No pude menos que reí­rme a carcajadas ante tamaña ocurrencia.
Enseguida ensayé una ilustración más precisa:

-Ahora el caracol está en su casita rodante... -comencé a explicarle.

-No está en su casa. --me interrumpió el niño.

-Sí­, está durmiendo en su casita.

-No, no está en su casa... ¡está en la mí­a! Una vez más tuve que reí­rme ante tan agudo razonamiento.

Pero, más allá del sentido anecdótico, aquella observación me hizo reflexionar.
¿De quién es la casa que estamos ocupando? No estoy refiriéndome aquí­ a la vivienda familiar que habitamos, sino a nuestro cuerpo, nuestra "morada terrestre" (2da Co. 5:1) Dios nos recuerda en Su Palabra que no estamos viviendo en "nuestra" casa, sino en la suya. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del espí­ritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espí­ritu, los cuales son de Dios." (1ra Co. 6:19.20)

Entonces, siendo de Dios, no podemos hacer con nuestro cuerpo lo que mejor nos plazca, ya que tenemos la responsabilidad de cuidarlo y sustentarlo. (Ef. 5:29)

En este punto quizás recordemos que las organizaciones especializadas en salud y los profesionales expertos en el tema divulgan constantemente diversas recomendaciones para mantener en forma nuestra condición fí­sica, y quizás nos convenga atender de vez en cuando tales indicaciones. No obstante, no podemos dejar de considerar que lamentablemente la gran mayorí­a de los mortales ignora los consejos de la única Autoridad que es absolutamente competente en la materia, nuestro excelso y glorioso Dios, Creador y Sustentador del universo. Repasemos algunas de las indicaciones divinas:

"No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a todo tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos." (Prov. 3: 7)

"Inclina tu oí­do a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalos en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo tu cuerpo." (Prov.4:20-22)

"El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos" (Prov.14:30)

"El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espí­ritu triste seca los huesos" (Prov.17:22)

"Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo, mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. (1ra Cor.6:18)

Obviamente que sólo un cristiano (es decir, alguien que, gracias al sacrificio del Señor Jesucristo y a la eficacia de Su sangre derramado en la cruz, ha sido perdonado de sus pecados y salvado eternamente por creer con fe en Dios) puede llegar a observar totalmente estas importantes reglas del programa divino de salud.

Obedezcámoslas con la ayuda del Señor, para cuidar convenientemente la salud de nuestro cuerpo, la propiedad de Dios, que es nuestra morada terrestre y templo del Espí­ritu Santo.


FUENTE:
Parameditar.com

jueves, 10 de junio de 2010

LOS DOS HERMANOS

En una pequeña ciudad habian dos hermanos criados en el mismo hogar, cercanos entre ellos, pero muy distintos el uno del otro. Habían compartido la dura experiencia de crecer junto a un padre alcohólico, autoritario, irresponsable, el cual estuvo varias veces en la cárcel por creer vivir bajo su propia jurisdicción. El hermano mayor se convirtió en alcohólico, dejó la escuela y se casó.


Frecuentemente maltrataba a su familia, apenas trabajaba y en repetidas ocasiones tenía problemas con la policía. Cuando en una ocasión le preguntaron porqué actuaba de esa manera, él contestó: Con un padre y una infancia como la que tuve, ¿Cómo hubiera podido ser distinto? El hermano menor, a pesar de los problemas y dificultades, nunca dejó de estudiar, se casó y se convirtió en un atento esposo y en un buen padre. Era también un empresario exitoso que aportaba mucho a su comunidad. Un día, en una entrevista, le preguntaron a qué atribuía el éxito que en su vida había tenido, y respondió: - Con un padre y una infancia así, ¿Cómo hubiera podido ser distinto?

Amigo/a, ¿Cuáles son tus herencias y cómo has decidido usarlas?

Sólo por hoy elige pensamientos y emociones positivas. Notarás la diferencia.

jueves, 3 de junio de 2010

¿¿¿¿CUAN RICO ERES???

Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos. (1 Tim. 6:18).

John G. Wendel y sus hermanas eran de las personas mas avaras que hayan existido jamás. Aunque habían recibido una cuantiosa herencia de sus padres, gastaron muy poco de ella hicieron todo lo posible para guardarse su fortuna para ellos solos.

John logro influir en cinco de sus seis hermanas para no se casasen, y todos vivieron en la misma casa de la ciudad de New York durante 50 años. Cuando murió la ultima de sus hermanas en 1931, sus vienes fueron valorados en mas de cien millones de dólares. Su único vestido fue uno que se hizo ella misma, y que uso durante 25 años.

Los Wendels sentían una compulsión tal de aferrarse a sus posesiones que vivieron como mendigos. Y lo que es peor, eran como la clase de personas a las que Jesús se refirió que hacen para si tesoros, y no son ricos para con Dios. (Lc. 12:21).

La mayoría de nosotros nunca estaremos siquiera cerca de ser tan ricos como los Wendels. Pero si somos mayordomos fieles de las finanzas que el Señor nos ha confiado, si damos generosamente para su causa, y si ayudamos a los necesitados, podemos ser ricos en buenas obras y hacer tesoros en el cielo (1 Tim. 6:18-19).

Es mucho mejor ser una persona pobre que es verdaderamente rica, que una persona rica que es espiritualmente pobre.

A DIOS LE INTERSA MAS EL TAMAÑO DE TU CORAZON QUE EL TAMANO DE TUS RIQUEZAS.


QUE TAN RICO ERES¿?...